lunes, 17 de octubre de 2016

Receta para un asesino serial (VII)


"Cuando entraba a mi departamento, me convertía en otro…"
Jeffrey Dahmer, "El carnicero de Milwaukee"

Jeff experimentó con sus víctimas como lo hiciera cualquier científico, les perforaba el cráneo con un taladro para inyectarles ácido, según él, deseaba convertirlos en una especie de zombis para que estuvieran sometidos a sus deseos y nunca se fueran.

Lo anterior lo había planeado de muchas formas, en alguna ocasión, refirió en entrevista, que le gustaba un hombre que salía a correr a diario, un buen día salió con un bat de beisbol en la mano, cuando el vecino pasó le asestó un golpe que lo dejó inconsciente, se tiró al lado de él y estuvo recostado bastante tiempo, cuando vio que estaba volviendo en sí, se asustó y se fue. No era un asesino en aquel entonces, pero ese comportamiento no controlado abonó para que se convirtiera en uno de los peores en la historia de Estados Unidos.

Detuvo su saña por diez años, en los cuales trató de reformarse, se sentía inadaptado por su homosexualidad y almacenaba ira que con el tiempo iría saliendo a flote, puesto que las represiones, según Freud, se alojan en uno de los estadios del aparato psíquico que genera pulsiones, es decir, un empuje de esas emociones que “estorban” o impiden el placer.

A Jeff le ocurrió lo inevitable, guardó lo peor para asesinar sin piedad a varios hombres, salía a los bares y recorría las calles, elegía a su víctima y los llevaba a su departamento con la promesa de beber algo y pasar un rato agradable, cuando los dejaba dormidos por la droga y el alcohol, procedía a trabajar, inmortalizaba los momentos tomando fotografías de todos sus actos, incluso de cuando los mataba y los hacía pedazos, siempre dijo que le frustraba ver que sus deseos se perdían y debía matarlos para no ir a la cárcel.

¿Qué pasaba por su cabeza? Miedo, pero no miedo a las leyes sino a quedarse solo, al menos eso dijo a los especialistas que lo trataron en sus años preso, fue sentenciado a más de 900 años de cárcel, durante el juicio pidió perdón a los familiares de sus víctimas y fue insultado por muchos de ellos, deseándole lo peor, ya en cárcel se convirtió al cristianismo, hay incluso un video en el que se le ve entrando a una especie de bañera para bautizarse en la fe. Eso no lo redimía de sus culpas porque, meses después otro reo lo asesinó.

Los noticieros que cubrieron la nota revelaron el horror cuando los peritos del FBI y la policía local sacaban bolsa tras bolsa con los restos que estaban regadas por doquier, quienes participaron en la labor señalaron que olía a muerte y efectivamente, la muerte era parte de la vida de Dahmer, su sexualidad la ejerció de forma perturbada porque nunca puso freno y tampoco tenía la orientación de nadie.

No debemos pasar por alto que este personaje ya tenía las características del sociópata y a pesar de que no creció en un ambiente desfavorable, su falta de empatía para con otros seres vivos parecía algo nato.

Estudios recientes realizados por psiquiatras especialistas en el funcionamiento del cerebro señalan que estos individuos sufren alteraciones que les impiden sentir empatía, es un fenómeno  que tiene efecto en las llamadas neuronas espejo de las cuales carecen, al igual que ocurre con los niños autistas, no reaccionan ante una sonrisa, porque la falta de este reflejo les impide sentir como las personas normales, pero así no le ocurría al asesino serial latinoamericano más conocido, Luis Alfredo Garavito, la joya de Colombia en materia de estudio sobre el fenómeno de criminales sádicos, Garavito, masacró a más de cien niños, luego de violarlos y torturarlos, muchos de ellos permanecen desaparecidos, Luis Alfredo purga una pena muy corta, y a pesar de su peligrosidad, él habla de libertad, e incluso de ser presidente de Colombia…

Continuará...

Por: María Reyes / @Agnte_1

Envuelto en misterio el caso Karla Daniela

Por Armando Calderón Consternación, indignación, incertidumbre, odio y otros sentimientos que terminaron en felicidad cuando rea...