martes, 4 de octubre de 2016

Receta para un asesino serial (VI)


“Los maté porque no quería quedarme solo…”
Jeffrey Dahmer, el carnicero de Milwaukee

Jeffrey Lionel Dahmer Flint, nació el 21 de mayo de 1960 del matrimonio entre Joyce Dahmer y Lionel Dahmer en el estado de Wisconsin, y desde muy pequeño, le gustaba experimentar con la muerte, su vida adulta no fue muy diferente, y aunque se puede catalogar como un asesino serial bastante peculiar, estudiarlo dio respuesta a todas sus acciones, pero no dejó de ser llamado despectivamente “El carnicero de Milwaukee”.

La muerte fascinó a Jeff desde la infancia y para él resultaba normal ir de pesca con su padre y abrir los pescados para observar lo que había dentro, incluso llegó a coleccionar distintos insectos a los que conservaba en formol. Como mencionaba en la columna anterior, ciertamente la violencia que sufre un niño influye marcadamente en su futuro, pero no es una regla general, porque Dahmer fue un niño amado por sus padres que le dieron todo para que tuviera un desarrollo integral al lado de su hermano más pequeño, a fin de lograrlo, en 1967 se establecieron en Ohio, puesto que durante años y por la labor del padre que era químico debía trasladarse de ciudad en ciudad constantemente, lo cual dejó de ocurrir al instalarse en la ciudad de Bath, aquí pasó la familia la mayor parte del tiempo, hasta que sus padres decidieron separarse, antes de que Jeff cumpliera los 18 años de edad.

Lo anterior pudo haber sido el detonante para que consumiera alcohol, y ya era manifiesto desde la secundaria donde comenzó a aislarse del resto de sus compañeros y aunque se esforzaba por socializar, no le resultaba fácil y terminaba solo nuevamente.

En los meses posteriores al divorció de sus progenitores, su padre volvió a casarse y tanto él como su nueva pareja lo animaron a ingresar a la universidad, cosa que aceptó, pero no pudo continuar y sólo terminó el primer semestre debido a su vicio, luego se enlistó en el ejército donde lo enviaron a Alemania, pero también resultó un fracaso por la misma razón, el consumo de bebidas embriagantes había empeorado, se rumora que lo dieron de baja además por su homosexualidad que intentaba esconder, pero salía a flote cuando lo desinhibía el alcohol, sin embargo en aquel tiempo no era común y tampoco se sentía confiado para compartirlo abiertamente con su familia.

Su juventud fue tormentosa, y vivió sólo la mayor parte del tiempo, comenzaba a relacionar la muerte con el sexo y aunque su imagen era la de alguien sumiso, era sólo apariencia, pues tenía constantes fantasías sexuales en las que él sometía a sus parejas de forma tal que más bien parecieran “zombies” que no mostraran impulso o reacción alguna pero no resultaba fácil.

Al ser expulsado del ejército, llegó a su país natal pero no avisó a su padre con quien tenía más contacto, el gustó le duró muy poco, puesto que cuando ya no contó con dinero, no tuvo más remedio que llamar a su progenitor que de inmediato le envío un boleto de regreso, lo llevó a que recibiera ayuda psicológica, pero no entraba, engañaba a su papá fingiendo que ingresaba al consultorio y salía por la puerta trasera, en una ocasión acudió a una de estas citas aun con la cabeza de una de sus víctimas en la cajuela del carro.

Al iniciar su vida criminal recogió a un joven que pedía aventón en una carretera, lo llevó a su casa y encontró que le atraía y quiso quedarse con él pero el joven se negó, lo golpeó en la cabeza cuando su invitado intentó irse, luego lo estranguló, desmembró el cuerpo y lo introdujo en bolsas de basura, decidió tirarlo lejos, pero cuando viajaba lo detuvo la policía porque conducía mal, sin embargo sólo lo multaron y le dejaron ir, sintiendo el riesgo, volvió a su casa, llevó los restos al sótano mas no la cabeza, la usó para masturbarse en el baño y enseguida la llevó con el resto del cuerpo y los enterró en el patio.

Hilda Marchiori refiere en su obra Psicología Criminal, citando a Jacques Lacan, quien a su vez señala sobre algunos asesinos en un estudio publicado en 1932 “la homosexualidad y la perversión sadomasoquista son los trastornos instintivos cuya existencia sólo los psicoanalistas han sabido detectar…”.

Mantener ocultos sus deseos homosexuales, incluidas sus fantasías de sometimiento de Dahmer, le creó una grave disociación y distorsión de la realidad, y a pesar de un buen número de víctimas parecía pensar que había sido otra persona quien había cometido tan aberrantes hechos.

Continuará...

Por: María Reyes / @Agnte_1

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