Robert Christian Hansen. |
Por Lourdes Guerrero / @Agnte_1
Hansen cazador, Hansen panadero, Hansen asesino…
Introvertido, amable, marido dedicado y empresario reconocido, además de callado, así distinguían sus vecinos a Robert Christian Hansen, hijo de padre estricto, con problemas escolares se convirtió en un hombre de gustos excéntricos, ya lejos del seno familiar, el cual dejó en Iowa, decidió comenzar su vida de cazador en Anchorage.
Los oscuros secretos de Hansen iban muy lejos y nadie sospechaba que este joven con una cabaña en lo remoto de los bosques de Alaska servían de escenario para satisfacer un hambre desconocida para el resto, una necesidad que sólo los asesinos en serie podían entender, cazar seres humanos, verlos agonizar y disfrutar de ello. El crimen era antecedido por una violación con tortura, siendo el último recuerdo con el que morían las mujeres que caían en sus redes.
No le era difícil conseguir víctimas, como ya lo he mencionado anteriormente, las prostitutas, representan todos los principios de las distintas doctrinas victimológicas, son extremadamente vulnerables, no tienen lazos reales con nadie, puesto que su tendencia es acercarse a los extraños, así, cuando desaparecían, dado su estilo de vida tan inestable, nadie las reportaba y por consiguiente nadie las buscaba.
Lo anterior es parte de la impunidad en la que vivieron asesinos como Arthur Shawcross, Andrei Chikatilo, el mismo Jack el destripador, el asesino de Green River, sólo por citar algunos, a esta lista se sumó Robert.
Como muchos asesinos en serie, Hansen tuvo un antecedente de maltrato a mujeres de la calle y como suele suceder, creyeron se había reformado, sin embargo el destino le acomodó por doce años, un tipo de suerte que no podía despreciar.
Cuando la industria petrolera invadió la ciudad, se llenó de trabajadores y con ellos una oleada de prostitutas comenzó a llegar, muchas de ellas extranjeras, el resto provenía de los distintas entidades de Estados Unidos, así, como lo dije anteriormente, cuando desaparecían, aquellas personas que convivían con ellas aunque fuera por momentos, no sospechaban nada, lo que favoreció que las actividades criminales de Robert, permanecieran en el anonimato por más de una década.
Se cuenta de Hansen una historia muy parecida a la de cualquier asesino en serie, con problemas en la infancia, solitario, padre abusivo, madre sumisa, sufrió violencia escolar, lo que lo llevó a alejarse y buscar siempre sitios aislados, a pesar de haberse enlistado en el Ejército, no mejoró su conducta, pudiera pensarse que más bien, se preparaba para su futuro como asesino serial.
Se casó dos veces y tuvo dos hijos, su segunda esposa se divorció de él cuando lo encarcelaron, sin embargo nadie de sus cercanos, empleados, familia y vecinos, salían de su asombro, era increíble que este hombre amable, no sólo se declarara culpable sino que ayudara en la localización de los cuerpos enterrados entre la nieve de Alaska, buscó vengarse y así fue, eligió de quién podía servirse a su antojo, ofrecía atractivas sumas de dinero a las mujeres para que subieran a su auto, y ellas, acostumbradas a todo tipo de clientes, lo seguían sin pestañear.
Las ataba, las violentaba sexualmente, cometía cuanta atrocidad se le antojaba y luego las echaba a correr al bosque, descalzas y con las manos esposadas, las perseguía con su rifle hasta cazarlas, ya derribadas, se acercaba a ellas para dar el tiro de gracia mientras ellas seguían suplicando, las observaba sin inmutarse.
Muy escasas veces se han conocido casos de arrepentimiento y de hecho, como estudiosa del comportamiento criminal, no conozco ningún caso de asesinos con sentimientos.
Regresemos a los casos de David Berkowitz y Luis Alfredo Garavito, ambos convertidos al cristianismo y supuestamente se arrepintieron de sus actos, los criminólogos y perfiladores tanto del FBI así como independientes académicos en esta materia, Vicente Garrido o Robert D. Hare, éste último especialista en psicopatía aseguran que, este tipo de sujetos, que matan por simple placer, no se regeneran y la "pesadrumbre" viene acompañada de la posibilidad de conseguir beneficios.
Un perfilador del FBI dijo sobre Shawcross, “en mi experiencia (más de 20 años) cuando este tipo de sujetos es ingresado a la cárcel, esperan la hora de salir, para seguir sus hechos donde los habían dejado”.
Arthur estuvo preso 15 años, luego de descubrirse que había asesinado a dos niños cruelmente, la junta de revisión carcelaria lo dejó salir porque había manifestado un excelente comportamiento al interior de la prisión, de Jeffrey Dahmer se cuenta lo mismo en su expediente, Garavito, aún en la cárcel, se proclama cristiano arrepentido y pide colaborar para localizar todavía más restos, aparte de las 172 víctimas comprobadas, con la condición de que no afecte su proceso, es decir, pide ser libre, “si me sueltan, yo les digo dónde están los demás cuerpos”…
Entonces, ¿qué debemos hacer con ellos?
Continuará...
Hansen cazador, Hansen panadero, Hansen asesino…
Introvertido, amable, marido dedicado y empresario reconocido, además de callado, así distinguían sus vecinos a Robert Christian Hansen, hijo de padre estricto, con problemas escolares se convirtió en un hombre de gustos excéntricos, ya lejos del seno familiar, el cual dejó en Iowa, decidió comenzar su vida de cazador en Anchorage.
Los oscuros secretos de Hansen iban muy lejos y nadie sospechaba que este joven con una cabaña en lo remoto de los bosques de Alaska servían de escenario para satisfacer un hambre desconocida para el resto, una necesidad que sólo los asesinos en serie podían entender, cazar seres humanos, verlos agonizar y disfrutar de ello. El crimen era antecedido por una violación con tortura, siendo el último recuerdo con el que morían las mujeres que caían en sus redes.
No le era difícil conseguir víctimas, como ya lo he mencionado anteriormente, las prostitutas, representan todos los principios de las distintas doctrinas victimológicas, son extremadamente vulnerables, no tienen lazos reales con nadie, puesto que su tendencia es acercarse a los extraños, así, cuando desaparecían, dado su estilo de vida tan inestable, nadie las reportaba y por consiguiente nadie las buscaba.
Lo anterior es parte de la impunidad en la que vivieron asesinos como Arthur Shawcross, Andrei Chikatilo, el mismo Jack el destripador, el asesino de Green River, sólo por citar algunos, a esta lista se sumó Robert.
Como muchos asesinos en serie, Hansen tuvo un antecedente de maltrato a mujeres de la calle y como suele suceder, creyeron se había reformado, sin embargo el destino le acomodó por doce años, un tipo de suerte que no podía despreciar.
Cuando la industria petrolera invadió la ciudad, se llenó de trabajadores y con ellos una oleada de prostitutas comenzó a llegar, muchas de ellas extranjeras, el resto provenía de los distintas entidades de Estados Unidos, así, como lo dije anteriormente, cuando desaparecían, aquellas personas que convivían con ellas aunque fuera por momentos, no sospechaban nada, lo que favoreció que las actividades criminales de Robert, permanecieran en el anonimato por más de una década.
Se cuenta de Hansen una historia muy parecida a la de cualquier asesino en serie, con problemas en la infancia, solitario, padre abusivo, madre sumisa, sufrió violencia escolar, lo que lo llevó a alejarse y buscar siempre sitios aislados, a pesar de haberse enlistado en el Ejército, no mejoró su conducta, pudiera pensarse que más bien, se preparaba para su futuro como asesino serial.
Se casó dos veces y tuvo dos hijos, su segunda esposa se divorció de él cuando lo encarcelaron, sin embargo nadie de sus cercanos, empleados, familia y vecinos, salían de su asombro, era increíble que este hombre amable, no sólo se declarara culpable sino que ayudara en la localización de los cuerpos enterrados entre la nieve de Alaska, buscó vengarse y así fue, eligió de quién podía servirse a su antojo, ofrecía atractivas sumas de dinero a las mujeres para que subieran a su auto, y ellas, acostumbradas a todo tipo de clientes, lo seguían sin pestañear.
Las ataba, las violentaba sexualmente, cometía cuanta atrocidad se le antojaba y luego las echaba a correr al bosque, descalzas y con las manos esposadas, las perseguía con su rifle hasta cazarlas, ya derribadas, se acercaba a ellas para dar el tiro de gracia mientras ellas seguían suplicando, las observaba sin inmutarse.
Muy escasas veces se han conocido casos de arrepentimiento y de hecho, como estudiosa del comportamiento criminal, no conozco ningún caso de asesinos con sentimientos.
Regresemos a los casos de David Berkowitz y Luis Alfredo Garavito, ambos convertidos al cristianismo y supuestamente se arrepintieron de sus actos, los criminólogos y perfiladores tanto del FBI así como independientes académicos en esta materia, Vicente Garrido o Robert D. Hare, éste último especialista en psicopatía aseguran que, este tipo de sujetos, que matan por simple placer, no se regeneran y la "pesadrumbre" viene acompañada de la posibilidad de conseguir beneficios.
Un perfilador del FBI dijo sobre Shawcross, “en mi experiencia (más de 20 años) cuando este tipo de sujetos es ingresado a la cárcel, esperan la hora de salir, para seguir sus hechos donde los habían dejado”.
Arthur estuvo preso 15 años, luego de descubrirse que había asesinado a dos niños cruelmente, la junta de revisión carcelaria lo dejó salir porque había manifestado un excelente comportamiento al interior de la prisión, de Jeffrey Dahmer se cuenta lo mismo en su expediente, Garavito, aún en la cárcel, se proclama cristiano arrepentido y pide colaborar para localizar todavía más restos, aparte de las 172 víctimas comprobadas, con la condición de que no afecte su proceso, es decir, pide ser libre, “si me sueltan, yo les digo dónde están los demás cuerpos”…
Entonces, ¿qué debemos hacer con ellos?
Continuará...