lunes, 14 de noviembre de 2016

Receta para un asesino serial (X)

"El Carnicero de Rostov".

Luis Alfredo Garavito permanece en una cárcel colombiana y ha ayudado en algunas ocasiones a atrapar a otros asesinos seriales como él, es la utilidad de que este delincuente esté vivo y al alcance no sólo de la autoridad de aquella nación sino de países vecinos, incluso Estados Unidos.

El perfil que le fue determinado desde un inicio lo conserva, y aunque se ha dicho en muchas ocasiones que saldrá libre no ha sido así por la magnitud de sus delitos, además de la presión permanente de los medios de comunicación y las familias de las decenas de víctimas, el narcisismo de Garavito le hizo creer que podía pedirles perdón, sin embargo no fue tomado con agrado.

Tal como Garavito lo hiciera, existió en la década de los 90’s un asesino serial que causó horror en la grandiosa Rusia, Andrei Chikatilo quien mató salvajemente a más de 50 personas, entre mujeres jóvenes y niños, solía atraparlos en lugares solitarios y llevarlos a un sitio boscoso o a una propiedad de él mismo, los acuchillaba hasta desangrarlos y morían, después les sacaba los ojos por mera superstición.

Se volvió un completo antisocial desde muy niño, tenía un hermano al que según sus recuerdos, su madre le contaba que los pobladores de donde vivían lo habían devorado en una temporada de hambruna en la entonces Unión Soviética, en Yáblochnoye, Ucrania que todavía pertenecía a la URSS.

“El Carnicero de Rostov”, fue maestro y miembro del Partido Comunista en el poder, muy respetado.

Aunque según él sufría de impotencia sexual, tuvo dos hijos con la que fuera su esposa, quienes dicho sea de paso, no supieron de su segunda vida hasta que lo atraparon, mucho se logró saber de su vida y sus traumas estando en prisión, la violencia social de aquella época era mucha.

Nació en el año de 1936 poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, hijo de Roman y Anna Chikatilo, creció entre los cuerpos que se acumulaban en las calles debido a las epidemias y el hambre, ingresó en el Ejército Rojo de su país para luego licenciarse con tres títulos, Ingeniería, Marxismo Leninismo, Lengua y Literatura Rusa.

Al trabajar como docente le gustaba mirar a los niños de 12 años y masturbarse cerca de las ventanas, pero después se refugió en los estudios, su estigma de sentirse castrado lo fue reprimiendo, su matrimonio fue estable, era un hombre trabajador que viajaba mucho, sus alumnos no lo tomaban en serio, su venganza sería abusar sexualmente tanto de niños como de niñas, cuando la bestia que llevaba dentro no respetaba nada.

Su iniciación fue a los 42 años, convenció a una menor de 9 años para irse con él a una cabaña, al llegar le quitó las ropas, accidentalmente la hirió y la sangre le provocó una erección, de ahí su fijación entre la sangre y el sexo, sacó un cuchillo y cuantas veces lo clavaba en el vientre de la niña, sentía mayor placer; a pesar de que la policía encontró los restos cerca del lugar del asesinato y del interrogatorio a Andrei no establecieron el nexo y fue otro agresor sexual el que pagó por el delito.

El número de agresiones fue en aumento, la satisfacción que tanto había buscado por fin la había obtenido, pero debía conservar este secreto si deseaba seguir experimentándolo.

Debido a sus constantes viajes, sus crímenes solía ejecutarlos en las vías del tren y las estaciones de autobús porque así pasaba desapercibido.

Su segunda presa la tomó en septiembre de 1981, una joven prostituta a la que se llevó al bosque para tener relaciones, no tuvo una erección y la mujer se burló de él lo que desató su rabia, la estranguló lo que le causó una excitación extrema, luego eyaculó sobre el cadáver, en su frenesí, le cortó los senos y se comió los pezones, y con la misma furia mordió su garganta, bailó alrededor del cuerpo que también tenía un palo enterrado y entendió que volvería a matar…

El sello característico del también llamado “La Bestia de Rostov” fue sacar los ojos de sus víctimas.

Continuará…

Por: María Reyes / @Agnte_1

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