martes, 21 de febrero de 2017

Tiene el sótano 3 millones de 'golondrinas'


En plena Huasteca Potosina hay un agujero en la tierra. Desde el fondo, todos los días salen millones de aves en cuanto ven la luz del sol, y regresan cuando éste comienza a ocultarse. Mientras ellas no están, tú tienes permitido visitar su “casa”. El único inconveniente: encontrar el valor necesario para internarte en la penumbra, aferrándote solo a una cuerda.

Es el “Sótano de las Golondrinas”. Es una oquedad formada por la erosión de piedra caliza. Su presentación intimida a cualquiera: el fondo se encuentra a 512 metros, que lo convierten en el sexto abismo natural más grande del mundo. Se divide en dos secciones: una de 376 metros y otra de 136.

Se dice que los primeros exploradores de la cueva confundieron a las aves que la habitan con golondrinas, y de esta forma recibió su nombre. En realidad se trata de vencejos de cuello blanco, pájaros más grandes, cuyo rasgo más característico es un “collar”.

El “Sótano” está ubicado en el municipio de Aquismón, a una hora y media del Pueblo Mágico de Xilitla y a casi dos horas de Ciudad Valles, en San Luis Potosí. Hay dos formas de explorarlo y aquí te explicamos cada una.

PASEOS ECOTURÍSTICOS
El primer recorrido consiste en admirar el vuelo de los vencejos. No involucra mucha adrenalina, pero tampoco pierde espectacularidad. Sobre todo, si consideras que en el abismo viven aproximadamente tres millones de ejemplares.

El “Sótano de las Golondrinas” no queda muy lejos de la línea de la carretera que va de Aquismón a Ejido de Guadalupe. Hay que caminar cuesta abajo, y el camino abarca 800 escalones.

Tienes que elegir cuándo quieres verlas: al amanecer o al atardecer. Si deseas ver su salida, debes estar ahí a las 5:30 de la mañana. Antes de las seis, los vencejos comienzan a volar en espiral desde las profundidades de la oquedad. Están unidos en un solo grupo, que termina su paso entre 30 o 40 minutos después.

Los visitantes que prefieren contemplar el regreso de las aves, se instalan en las orillas del “Sótano” a las 5:30 de la tarde. Poco después inicia la asombrosa caída libre de las parvadas: al principio forman remolinos y luego se dejan caer en vertical. Alcanzan 180 kilómetros por hora. Vuelven en grupos más pequeños, así que es posible observarlos hasta las 8:30 de la noche.

No te vas a quedar con las ganas de asomarte hasta el fondo del precipicio. Antes de eso, los miembros de un ejido cercano, quienes protegen y regulan la zona, se encargan de amarrarte una cuerda a la cintura como medida de seguridad.

Los paseos se llevan a cabo todo el año, pero pueden suspenderse algunos días durante la temporada de lluvias, de junio a septiembre. Esto se debe a que los pájaros no salen en tales condiciones climáticas.


EN CAÍDA LIBRE
En el “Sótano”, el rappel es solo para quien no teme en lo absoluto a las alturas. Está permitido descender, pero la comunidad ha establecido reglas muy claras: solo es posible hacerlo cuando las aves no están ahí, y queda prohibido en temporada de anidación, en abril, mayo y junio.

El espeleólogo Carlos Cortés Zorrilla es quien organiza los tours. Cuenta con varias certificaciones a nivel internacional y posee conocimientos de rescate. Le ayudan las personas del ejido.

No es un rappel como tal, pues tú no realizas esfuerzo alguno. Por medio de un sistema de cuerdas y poleas, Carlos completa tu descenso. Es como si fueras a bordo de un elevador.

Comienzas pegado a la pared de roca, y poco a poco, te vas separando hasta llegar al centro del “Sótano”. El movimiento es pausado. La cuerda aguanta hasta cuatro toneladas, pero durante el recorrido se tensa como un bungee, y puede hacer movimientos más bruscos. En total, llegas a los 376 metros de profundidad.

Bajar te toma aproximadamente media hora, y ascender puede tardar hasta dos horas.

Fuente:
El Universal

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